martes, 22 de julio de 2014

Más allá de la duda (muy recomendable)



Las dos caras de la verdad (Primal Fear, Gregory Hoblit, 1996) es un filme donde Martin Vail (Richard Gere) es un ambicioso abogado de Chicago capaz de aceptar cualquier caso con tal de salir en la prensa. Un día decide ocuparse de uno que parece imposible de ganar: la defensa de Aaron (Edward Norton), un joven que es acusado de asesinar al arzobispo de Chicago, tras ser detenido mientras huía del escenario del crimen.

En este thriller jurídico, el cineasta Hoblit con pulso firme en la cámara plantea sin rodeos con buen ritmo y suspenso, las casuísticas que siempre en estos casos sobre la justica son llevados al cine. La película inicia con una interesante conversación entre Martin, el abogado y un joven periodista. Lo primero que deja entender el abogado de marras es lo siguiente: — El primer día en la facultad de Derecho, el profesor nos dijo dos cosas: de hoy en adelante cuando sus madres les digan que les quieran, pidan una segunda opinión. La segunda es que si quieren justicia, vayan a una casa de putas y, si quieren que les jodan vayan a los tribunales. 

El periodista formula entonces de qué sirve la verdad. A lo que el abogado Martin responde: — ¿Cree que solo hay una verdad? ¿Cuál es la auténtica? Para mí solamente hay una, mi versión de la verdad, la que yo genero en las mentes de esos doce hombres y mujeres del jurado, ¿qué prefiere llamarlo de otra manera?, por ejemplo, apariencia de verdad, eso es cosa suya.
En la Película Veredicto final (The verdict Sidney Lumet, 1982) Frank Galvin (Paul Newman), un maduro abogado en decadencia, es un adicto al alcohol que sobrevive gracias a pequeños y rutinarios trabajos. Un antiguo socio recuerda el caso, todavía sin resolver, de un error médico cometido en un hospital y del que Galvin se había ocupado. Si bien no es nada fácil para él trabajar de nuevo de forma profesional, su tesón es tal que, no tardará en inquirir que puede ganar el caso. Es entonces cuando empieza a recibir ofertas económicas para arreglar el asunto sin ir a juicio, pero Galvin está dispuesto a jugárselo todo, tanto para conseguir una importante indemnización para los familiares como para rehabilitarse como abogado y como persona.

Aquí pues vemos dos aspectos que siempre suscitan el debate sobre la ética y esas dos caras de la verdad en todo juicio y que los cineastas han resuelto más a sus antojos artísticos que a otra cosa. La película es un excelente drama sobre procesos judiciales, espléndidamente contada y sin caer en ningún momento en lo previsible y somnífero de estos casos para el cine.

La tapadera (The firm, Sidney Pollack, 1993)  se observa a un Mitch McDeere (Tom Cruise). Un joven y brillante abogado recién salido de la facultad de Harvard, dejándose seducir por las promesas y regalos de un prestigioso bufete de abogados de Memphis. Sin embargo, muy pronto tendrá razones para empezar a sospechar que algo extraño está sucediendo en la poderosa empresa.
Esta historia en su primera si resulta algo plúmbeo, y su interés surge en la parte meridional para que el héroe que se ha mostrado tan incapaz durante toda la película, encuentre el modo increíble de salir airoso sin que lo expulsen del Colegio de Abogados ni faltar a su código ético. 

Tres historias  (de las muchas que existen en el cine) que dejan en las mentes de los espectadores abogados o no, esos códigos éticos. No para debatir las dos caras de la verdad en un juicio, si no para  transmitir a la humanidad, con más eficacia, el valor de las garantías y los principios jurídicos esenciales y la cultura del common law. En este sentido una película altamente recomendable es Más allá de la duda (Beyond a reasonable doubt, Fritz Lang, 1956). Un escritor intenta demostrar la deficiencia de las leyes y la ineficacia de la policía, colocando falsas pruebas contra sí mismo en un caso de asesinato. De  pronto la intuición de muchos casos recientes colombianos.


Gonzalo Restrepo Sánchez
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