Me asalta dos aspectos para intentar explicar
significados de este cine de autor. Uno,
escribir para quien ha visto la película —rodada rabiosamente con cámara en
mano algunas escenas— y otra, para quien no la ha observado. De todas formas pienso
que para ambos lectores, bien puede valer el resultado de mi análisis en este
filme que con el dolor, la desesperanza y la dureza de ciertas imágenes (sexo
explícito junto a extrema violencia), nos da un tratado acerca de la anatomía del miedo y algunas de sus
fronteras. “El miedo es el más ignorante, el más injusto y el más cruel de los
consejeros” (Edmond Burke)
Y es que a través de un matrimonio en crisis, Lars von
Trier en vez de objetar el miedo, nos expresa
a través del personaje masculino:
“Deja que el miedo entre”. Cuando él (Willen Dafoe), tras escuchar un breve
relato de su esposa (Charlotte Gainsbourg),
le impugna:
“Las bellotas no
lloran” y sostiene que en eso consiste el miedo ya que la mente distorsiona la
realidad. Comprendemos cómo ve él a su
persona amada —víctima de equívocos y errores— sin la aceleración de su pulso, aunque diálogos
freudianos.
Recordando una frase de Heideegger que decía: “No podemos ni siquiera imaginar
como sería el mundo visto con los ojos de un valiente”. La vida del ser humano
debe tener miedos como una conducta psicológica normal, ya que como lo
sentencia el film (partiendo de la idea del hijo fallecido de la pareja): La historia no la mueve la fatalidad según los
astros, sino el eterno juego furtivo de las pasiones. Marañón alguna vez
sentenció: “Cada gran suceso ha nacido de una hora de pasión” (interesante el
provocador y perturbador prólogo en blanco y negro del film, donde además, nos
adviene, sin equívocos el segundo capítulo de la película, que habla del dolor
(“reina el caos”) y por supuesto de su epílogo.
Por lo demás —y ante la ausencia de un mayor espacio— “Anticristo” es a
mi juicio una obra llena de muchos simbolismos sobre la culpa, el dolor, la
desesperanza, la tristeza y sobre todo: Que nos engulle sin ambages visuales,
la angustia y los miedos patológicos. Aunque con las buenas intenciones,
también, de cómo salir de ellos, como si
el miedo no existiera.
Gonzalo Restrepo Sánchez
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