Esta película que huela
a Elliot Gold en al otro lado de
Brooklin en el sentido más metafórico, a “Bob, Carol, Ted and Alice”, respecto a la ácida mirada de
la moral americana de los años en que transcurre esta cinta de Paul Mazursky, y con
base en esto; a rabiar una época en la que se desarrolla la trama, bien puede resumirse
en dos pilares fundamentales —clave de la lectura del film—, en un excelente
guión y personajes dignos de no ser adictos al sistema:
Primero, si el hombre
vive en una dualidad de ser —cuando habla consigo mismo— y aparentar ser —de
cara a los demás—, lo importante y para ello me remito al bioquímico Dispenza: “Si
al final comprendemos que nuestros vanos intentos de dar una imagen ideal a los
demás no es más que una estrategia para asegurarnos que los sentimientos de los
que hemos estado huyendo no nos alcancen. ¿Hasta cuándo podemos seguir haciendo
malabarismos con un montón de pelotas en el aire para que nuestra vida no se
derrumbe?”
Segundo y más allá de
una historia sobre una estafa y sobre las quiméricas apariencias, todo resulta
ser una fábula sobre cómicos de vodevil que se convierten en ladrones, se meten
en líos con la mafia y salen airosos ante la oportunidad engañosa que a veces
nos queremos dar, creyendo que las falsas identidades —demarcado en unos
diálogos excelentes del guión—, nos pueden echar una mano.
“American hustle” es
pues una cinta estadounidense para estadounidenses, que con la música que envuelve
el film, nos trasladamos a momentos personales de una época y generación. Si
existe una objeción es para Emy Adams, muy joven para el personaje, aunque ella
lo luce sin aspavientos. Por lo demás ¡altamente
recomendada!
Gonzalo Restrepo
Sánchez
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