Primero hablaré de mi experiencia
sobre la película “12 años de esclavitud”. Debo reconocer que para percepciones
como la mía (y supongo que para algún que otro ser humano de este planeta),
pues me llevó a llorar. Y es que hay escenas (alguna con Michael Fassbender
metido en su roll) que nos llegan hasta el túetano.
Pero en el fondo esta
una historia, que si bien no es una obra maestra, sí tiene claros ecos de esa
metáfora sobre la condición del ser humano que es “Los miserables”. Y es que observando
la película, el ser humano siempre ha manejado su “esclavitud” consigo mismo
cuando de justicias o injusticias se trata. Me refiero a justicia para hablar
de la entereza de nuestras conductas cuando la vida nos tropieza con ese “Ángel
exterminador” que anda suelto.
“Ángel exterminador”, “esclavitud”,
dos términos entre comillas para significar que la primera persigue a la otra,
sin ser un bien esquivo. La vida siempre ha estado cargada de las cosas más
horrendas, pero para salir de ese atolladero, hay que esperar y tener en el
alma, la ilusión por la vida.
En lo estrictamente
cinematográfico, con ritmo lento y pausado (aunque suene a lo mismo), con
algunos pasajes con cámara en mano y planos secuencias, aún en escenas de transición,
el relato entre el presente y el pasado del filme, nos lleva por la vida de un
ser humano con la única aspiración de adorar a su familia.
Por lo demás, pienso
que la música (un Hans Zimmer minimalista) no acompañó en algunas escenas su
criterio acusmático. O puede ser su valor agregado si sentimos que todo (el
sufrimiento) es una cotidianidad de la época. Steve McQueen realiza pues un
excelente film, donde las almas sensibles, (creo) no podrán soportarla. ¡O a lo mejor sí!
Gonzalo Restrepo Sánchez
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