Tras la grata sorpresa
que supusieron “Los Vengadores”, esta tercera parte de “Iron Man”, no
decepciona y Tony Stark sigue en su carismático roll a pesar de las jaquecas. Hay
que reconocer que Robert Downey Jr. (aunque
no aporta nada nuevo) supo darle al personaje, sin convertirse en una
caricatura de sí mismo, lo que sus seguidores en el planeta esperan: bonachón,
inocente a veces y con ganas de servir a los demás.
En esta oportunidad,
Iron Man debe enfrentarse a “El Mandarín”, el villano de turno que se las trae,
y más de un round le gana a Tony Stark, a pesar de la archiconocida idea de que
tarde o temprano, el bien triunfa sobre el mal. Y esto vale la pena decirlo, ya
que el guión en ese contexto, si bien logra sus propósito, hay alguna que otra
fisura que nos desprende un poco de acatar esa “realidad” del film.
Un ejemplo sería la
idea de que cualquiera (un terrorista) se
pueda poner la armadura de War Machine, si se presume que la armadura tiene un
sistema de codificación y no la puede utilizar cualquiera.
Con una cantidad de
escenas de acción y algunas verdaderamente alucinantes, el film también es un
ejercicio sobre los aportes técnicos al diseño visual. Ahora, no por ello, no
debemos dejar de reconocer la destacable labor de los actores secundarios: Gwyneth
Paltrow es una enorme actriz que sin esperar a ser rescatada por el héroe,
da a la historia otras opciones al
respecto. De igual manera Guy Pearce, Rebecca Hall y un aplauso al papel del
excelente Ben Kingsley.
Para concluir pues
estamos ante una versión final del héroe, llena un poco más de reflejar sus
interioridades, y sus ganas de ser un hombre normal y corriente, aunque siempre
será Iron Man.
Gonzalo Restrepo Sánchez
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