Respecto a lo primero, y puede resultar evidente, la
más limpia y pura caracterización de un Christopher Plummer ya entrado en años,
para darle la vejez a Tolstoy. En lo que compete e Helen Mirren, una mirada
desnuda de su ser para amplificar los interrogantes de una mujer como Sofía, la
esposa de un escritor.Y es que, al igual que observamos en “Anna Karerina”, los
personajes del film son herederos de emociones universales: en el caso de
Sofía, los celos y el amor, o como Vladimir Chertkov (discípulo de confianza de
Tolstoy), amor y honestidad.
Acerca de a lo segundo, y tomando como referencia a
Nietzsche, el problema del destino del querer. Y es que afirmando una
confabulación cósmica: el hombre es el teatro. Desde este punto de vista, los
diálogos entre Tolstoy y Sofía nos impregnan que la felicidad no es la
realización de deseos entre ellos. Esto reafirma que los monólogos interiores,
están llenos de dudas y huidizos. Y más aún en una vida en pareja ya adulta,
donde prevalece el terco desvelo en una mujer que desconoce sin la elocuencia
de los silencios, la línea desembarazada de no amar y ser amada, como la única
realidad del mundo. Y es que como dije antes: El hombre es el teatro.
Gonzalo Restrepo Sánchez
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